15/10/2008
Por fin ha llegado. Como el cantautor estadounidense Tom Waits esta misma primavera, la crisis también visita España por primera vez desde hace muchos años. Ya se había confirmado su presencia en Estados Unidos (EEUU) y Europa, pero se van concretando otras plazas importantes: Rusia, India, Japón. Äfrica queda escluida, como siempre, por falta crónica de infraestructuras.
La llegada a Europa y a España de la crisis ha sido precedida, una vez más, por fenómenos de histeria y delirio colectivo. Los más mayores, tal vez, se acuerden de los Beatles. Todas las empresas, grandes y pequeñas, que esperaban una razón ‘oficial’ para restringir los rangos, cerrar el bolsillo y gritar “que se salve quien pueda” ya pueden estar tranquilas. El momento llegó.
Muchos han recordado, durante estos días, las imágenes de la grave crisis de 1929. Directivos que se tiraban de las ventanas de los rascacielos de Nueva York, desesperación y pánico generalizado que dieron lugar al new deal del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt… “La actual crisis económica se parece mucho a la de 1929; se origina en el mismo país y tiene las mismas raíces: la especulación financiera motivada por el sector inmobiliario”, señala Donato Fernández Navarrete, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
La diferencia, sin embargo, hay que buscarla en que la globalización ofrece a esta nueva crisis económica muchos otros escenarios de actuación. Si el gigante americano vacila, a sus pies existen pilares que pueden evitar su caída, aunque los escombros inevitables arriesgen aplastar, sobre todo, a los demás enanos económicos del planeta.
Es difícil, y tal vez inútil, tratar de individualizar hoy las economías que se verán más perjudicadas. EEUU y Europa ya la sufren, y todo empieza a apuntar en dirección a economías emergentes como Rusia, India o Brasil. China, en cambio, puede contar sobre su poder crediticio hacia la economía estadounidense, una fuerte base productiva y el hecho de no participar en los movimientos financieros especulativos. Así que es muy probable que El Celeste Imperio acreciente su peso en la estructura económica y política mundial, al mismo tiempo que la reduzcan la Unión Europea y los Estados Unidos. Tampoco faltan analistas que piensen que países como Senegal, Guatemala o Camboya seguirán siendo los grandes sacrificados del modelo económico que ahora se pone en cuestión. Poco le afectarán las oscilaciones del Dow Jones o del Nikkei. Sencillamente, seguirán en la miseria.
¿Y España? Parafraseando las palabras del ministro de Economía, Pedro Solbes, la crisis debe ser un incentivo para potenciar un sistema productivo, hacerlo menos dependiente del ladrillo y transformarlo en uno de alta productividad laboral. Poco más se puede decir.
Comparable a 1929 también es el carácter de las medidas adoptadas por los gobiernos, especialmente el de EEUU, para controlar los efectos del fracaso financiero de algunas ‘vacas sagradas’ del mercado mundial. El rescate del banco de inversión Bear Stearns y de los institutos hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae por parte de la Reserva Federal, o el colosal préstamo garantizado a la compañía de seguros AIG, son operaciones de carácter nacionalizador. Por lo tanto, y como no se observaba desde hace años (menos aún en territorio estadounidense), se ha vuelto a retomar la vieja receta keynesiana de fuerte intromisión del Estado en la economía.
Muchos han considerado históricamente el keynesianismo como una respuesta a la crisis de 1929. Y las actuaciones del sector público por el lado de la demanda, juntos con un mayor control y regulación del mercado es la respuesta, una vez más, que escoge occidente para solventar el problema. Después de la crisis de 1973 fue la ideología neoliberal y la desregulación de los mercados quien se impuso en el debate público. Pero esta idea, vista ahora como la responsable última de la actual crisis, ha logrado que la intervención pública en la economía esté de vuelta, y es muy probable que incremente en los próximos años. No hay más que escuchar al presidente de la CEOE, la patronal española, Gerardo Díaz Ferrán: “hay que aparcar el mercado por un tiempo”, de manera que una vez saneado con erario público se vuelva a la “libre concurrencia”.
Pese a la alarma general, también está quien no se inmuta por la ‘crisismanía’. Parte de los expertos opinan que el presente es un ciclo económico más del sistema capitalista. “No existen factores reales, más allá de la propia percepción catastrofista que mantienen algunos analistas, que nos indiquen la existencia de un cambio radical en el modelo de crecimiento. El problema es que tenemos una ‘memoria’ muy corta y los resultados económicos que veníamos registrando en los últimos años nos habían hecho pensar que los ciclos habían desaparecido. Simplemente han vuelto a hacerse patentes y generan periodos de corrección del crecimiento económico”, resalta Julián Pérez, director adjunto del Centro de Predicción Económica (CEPREDE).
Con todo, sigue siendo difícil, por no decir imposible, predecir el futuro. De poder hacerlo es probable que no se hablara de crisis. Ahora, por ejemplo, todo apunta a que las tarjetas de crédito se conviertan en el próximo capítulo del dominó económico y es cierto también que los pudientes de la Silicon Valley ya están trabajando en la creación de una nueva bola especulativa que sostituya la inmobiliaria, la de las energías renovables.
A pesar de esta condición de incertidumbre, Macario Schettino, economista y columnista del diario mexicano El Universal, apuesta fuerte: “me inclino a pensar que [la crisis] será suave y de tres años de duración, por la manera en que se han tomado las decisiones recientes, y por el tamaño de la economía de EEUU”. Pero también los hay pesimistas. Ramón Mahia, profesor de Econometría en la UAM, utiliza un símil docente para subrayar que la actual situación de la economía “es [como] un mal alumno: ahora aprobará en septiembre, pero volverá a suspender el año próximo otra materia, seguro”.
lunes, 6 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario