sábado, 4 de julio de 2009

Los italianos se crean en España

Cataluña y todo el Levante español han sido la cuna de lo que algunos han empezado a llamar ‘turismo reproductivo’: realizar aquí un tratamiento de fertilidad para parejas italianas, alemanas e inglesas es más facil que en sus países de origen.


Raffaele y Anna lucen emoción y confianza al salir de la primera consulta médica en el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), en su sede barcelonesa de Ronda General Mitre: “Buongiorno a tutti. ¡Somos del mismo pueblo de Gattuso!”, exclaman con una sonrisa impresa en la cara.
La sala de espera del centro parece una de las románticas plazas de Venecia. Parejas de todo el mundo que se dispensan cariño, se besan y se cogen con fuerza las manos, como si estuvieran en luna de miel. El italiano es, de largo, el idioma más escuchado y no solo por los pacientes. De hecho, la gran mayoría de los empleados de la clínica, desde el personal de recepción, hasta los medicos, lo habla perfectamente. Además, entre ellos, muchos son nativos de la Bota.
El centro IVI es una de las numerosas clínicas para el tratamiento de la infertilidad aparecidas en España en los últimos quince años. En particular, Cataluña y todo el Levante español han sido la cuna de lo que algunos han empezado a llamar ‘turismo reproductivo’. Solo IVI tiene once institutos en la península y seis en Latinoamérica.
Esta pareja italiana no representa precisamente el arquetipo de los usuarios de estos centros, que, por lo general, pertenecen a clases sociales medio-altas.
Los precios, de hecho, no son para todos los bolsillos: desde 6.000 hasta 9.500 euros, según el tipo de tratamiento.
Él es mecánico; ella, maestra de primera enseñanza. Ninguno de los dos llega a los 30 años y están casados desde hace tres. Son personas sencillas, hablar con un periodista se le resulta extraño, pero la euforia puede más que la timidez. “Mucha gente en Italia aún no sabe que en España se puede tratar la infertilidad de formas que no son posibles en nuestro país”, comenta Raffaele, que explica:
“Nos gustaría mucho poderlo hacer más cerca de casa, porque no somos turistas. Llegamos ayer y mañana ya regresaremos. El trabajo nos espera. Hemos hecho un sacrificio económico para venir hasta aquí”.
Dentro de dos meses, cuando el centro habrá encontrado la donante de óvulos adecuada, ya que los ovocitos se escogen según las características fenotípicas de la paciente para que haya un parecido entre los hijos y las madres, Anna y Raffaele volverán para efectuar el tratamiento. Otras dos noches, no más, en Barcelona, en un hotel muy cerca de la clínica.
Menopausia precoz es el problema de Anna, que afirma: “en casa hemos tenido que decir que nos íbamos a Milán para una feria, porque todavía quedan prejuicios hacia estos tipos de asuntos. Pero yo no tengo ni una duda: el hijo será nuestro al cien por cien, porque crecerá dentro de mí y el material genético es de él”, asegura Anna, agarrando la mano de Raffaele.
Según los datos de IVI, de los 544 ciclos de donación de óvulos efectuados en 2007 en el centro barcelonés, un 80% se ha dirigido a parejas extranjeras, de las cuales casi un 60% son italianas. La incidencia de pacientes foráneos baja (20,3%) para la fertilización in vitro convencional (IVF), técnica difundida y legal en muchos países y vuelve a subir a un 40,6% para los que acuden a los centros españoles para la diagnosis genética de pre-implantación (PGD), prohibida en algunos estados europeos, como Italia, donde no se permite la selección de los embriones de mejor calidad para el implante.
En el Instituto Marqués de Barcelona el aflujo de parejas extranjeras alcanza un 55% del total. El doctor Raúl Olivares, director del programa internacional del centro, explica que existen principalmente tres razones que impulsan a los foráneos a venir a España. En primer lugar, la existencia en sus países de listas de espera muy largas, cosa que ocurre, por ejemplo, en Inglaterra; luego, las prohibiciones legislativas como en Italia y Alemania; y finalmente, una ventaja en términos de precio, como sucede para los estadounidenses. De hecho, el aflujo de parejas extranjeras es tan relevante que un cambio de legislación, en sentido más permisivo, en los demás países europeos, probablemente causaría un problema económico para las clínicas españolas. Aún así, siguen siendo pocos los centros que dispongan en su propio interior de un departamiento de asistencia para el alojamiento de los pacientes. En cambio, algunas clínicas han optado por instaurar convenios con agencias de viaje de la ciudad, que se ocupan de reservar los pasajes y los hoteles para los clientes.

Las diferencias legislativas

La legislación española sobre la materia es una de las más exhaustivas de Europa. Desde 1988 se legisló el tema hasta que en 2006 se acabaron de pulir definitivamente algunos puntos contradictorios.
El doctor Simón Marina, responsable del centro Cefer de Barcelona, es pionero en técnicas de ayuda a la infertilidad y miembro fundador de la Asociación Nacional de Clínicas de Reproducción Asistida (Anacer), que representa a 28 clínicas en toda España, de las cuales 15 se hallan en Levante (IVI no es miembro). Según Marina, el éxito español en este campo se debe a una legislación más liberal que la de los demás países europeos. De hecho, en España únicamente está prohibido seleccionar el género del embrión, sin la presencia de complicaciones médicas, así como el llamado “útero en alquiler”, o sea, la posibilidad de que una mujer que tenga dañado el útero o a la que se lo hayan extirpado, deje portar el embarazo a una mujer acogedora del embrión. Asimismo, explica Marina: “No transigimos con la calidad de los tratamientos, como, en cambio, se hace en el Este de Europa, donde se ofrecen precios muy bajos a cambio de una menor seguridad”.
En otros países europeos, como Alemania o Italia, la normativa es mucho más restrictiva. En Italia la ley del 2004, aprobada por el gobierno de Silvio Berlusconi y cuya abrogación fracasó en un referéndum del 2005, prohíbe la fecundación eteróloga, es decir, aquella en la que haya un donante, de semen o de óvulos, externo a la pareja. Excluye así a las parejas homosexuales y a los solteros. Además, impone la utilización de un máximo de tres óvulos, con el implante inmediato de todos los embriones obtenidos y prohíbe la congelación de los embriones para la investigación. Esto implica la imposibilidad de fecundar in vitro más óvulos, para luego efectuar una preselección (PGD) de los mejores embriones destinados al implante, con riesgos no solamente para la salud del hijo, sino también para la mujer que, al manifestarse complicaciones, no puede interrumpir el tratamiento o, frecuentemente, puede tener que llevar embarazos múltiples.
En el Centro Cefer los transalpinos representan el 25% del total de los pacientes. Según el Dr. Marina, el aflujo de parejas italianas a las clínicas españolas no se debe a un déficit de técnicas, sino de legislación. “La presión del Vaticano sobre el Legislador en Italia es muy fuerte. En España pasa algo parecido, con la poderosa influencia social y cultural de la Opus Dei”, afirma Marina. “He asistido a muchos conflictos entre parejas españolas en donde el deseo de maternidad se enfrentaba a la obediencia a los preceptos religiosos, pero casi siempre he visto ganar el primero”, concluye.

El riesgo del mercado de la donación de óvulos

Mil mujeres jóvenes de diferentes nacionalidades donan anualmente al IVI un material mucho más precioso que la más valiosa de las joyas: sus ovocitos. Eso para que otras mujeres con problemas de fertilidad puedan engendrar un hijo.
Sara, 22 años, vallisoletana, es una universitaria en criminología. Es de complexión delgada, fuma, pero no bebe alcohol. Encarna el perfil típico de una donante, que, por ley, puede tener desde 18 hasta 35 años. Vive y estudia en Barcelona y ha donado ya tres veces. La primera a los 20 y lo hizo sin decírselo a su padre, médico, que estaba en contra. “Me enteré de esta posibilidad por una amiga que tenía problemas de fertilidad”, explica Sara. “La primera vez lo hice por dinero. Luego ya no, porque me di cuenta de que podía ayudar a mujeres menos afortunadas”, asegura persuadida la joven, que casi considera execiva su retribución.
“Ya he convencido a dos amigas para que hagan la donación y creo que en todos los países debería estar permitido”, afirma. Sin embargo, concluye Sara, “pienso que si en el futuro tuviera la necesidad, optaría por la adopción, me parece un problema más urgente”, asegura, manifiestamente orgullosa de haber contribuido, a los 22 años, al nacimiento de tres niños.
En el ámbito de la cura a la infertilidad, sin dudas el tema de la donación de óvulos sigue siendo el más conflictivo.
En España la donación debe ser altruista, gratuita y anónima. En cambio, en Inglaterra, la donante debe ser identificada y puede tener obligaciones legales hacia el nascituro. Lo cual ha provocado una caída en el número de las donantes inglesas y un éxodo de muchas de ellas hacia España.
La ley española del 2006 prohíbe también publicitar contribuciones económicas para la donación. Lo que sí admite es únicamente una retribución que no sobrepase los 1.000 euros, como reembolso por el desgaste físico y temporal de la donante de óvulos (50 euros, en cambio, es la “tarifa” para una donación de semen). La paciente tiene que someterse a un tratamiento de un mes, que comporta la toma casi diaria de medicamentos y algunas limitaciones de las costumbres, como la abstinencia sexual. La larga duración del proceso y la necesidad de un seguimiento médico durante todo el tratamiento hacen que muchas clínicas, pero no todas, rechazen aspirantes donantes extranjeras que no puedan quedarse todo el tiempo necesario en España. La ley impone también un límite de seis hijos obtenidos por el material genético de un mismo donante. Por eso, está previsto realizar un registro nacional que asegure el cumplimento de la norma. Sin embargo, de momento, la falta de un registro permite donar hasta seis veces en una clínica y luego seguir haciéndolo en otros centros. Además, la ley habla de partos efectuados en el territorio español, así que quedan excluidos de la cuenta los hijos nacidos en el extranjero por donaciones efectuadas aquí.
“El riesgo de mercado existe”, explica el Dr. Simón Marina, “porque no todos los centros se atienen a la ley u ofrecen ilegalmente más dinero de lo que está consentido”. “Nosotros nos limitamos a informar, no a publicitar. Se trata de poner las cosas en claro, sin ambigüedad”, afirma Marina.

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