
No soy una persona supersticiosa. Pero ni siquiera soy un ‘muyahid’ de la racionalidad. Algunos rituales, algunas leyendas, me despiertan curiosidad, no las rechazo a priori. De alguna manera me fascinan. El horóscopo, por ejemplo, no es que me lo crea de verdad, faltaría más, pero la narración es interesante. Aparte que siempre es útil tener ciertos conocimientos de astrología. Durante las fiestas, en sociedad, es un recurso muy eficaz. Especialmente con las mujeres. No nos engañemos, es cierto que la astrología encuentra su mayor audiencia entre la población femenina, de modo que dominar por lo menos los puntos cardenales del tema nos proporcionará un argumento de conversación inmejorable. Bueno, ya veo escuadrones de mujeres mortalmente ofendidas, listas para perforarme con horcas ardientes. Calma. Para los hombres también valen prejuicios similares. De hecho, cualquier ‘machote’ que durante una cena con los colegas no sepa alinear un par de agudas reflexiones sobre la evolución del fuera de juego, quedará irremediablemente marginado de cada contexto con alta tasa de testosterona.
Después de todo, astrología y fútbol tienen mucho en común. Ambas son mitologías. Como las del panteón griego con las aventuras de Zeus y Afrodita. No fascinan por la veracidad o la fiabilidad de los hechos que cuentan, sino por la estructura del cuento en sí. Sabemos (o, por lo menos, deberíamos saber…) que tanto el horóscopo como la gran mayoría de los deportes profesionales no tienen ninguna base de realidad, son relatos creados con el propósito único de entretener, tramas manipuladas para satisfacer el gusto y el interés del usuario. Sin embargo, aceptamos la ficción porque nos resulta útil, nos hace soñar y nos ofrece un mundo más inteligible, lleno de explicaciones exhaustivas y de personajes prototípicos hacia los cuales podemos experimentar simpatía u odio. Da lo mismo que se trate del pérfido Saturno o del maléfico Mourinho. Necesitamos superestructuras que nos provean un significado y una interpretación simplificada de la existencia.
En tema de supersticiones, últimamente me han informado sobre la existencia de un nuevo e interesante sujeto. Se trata del I-Ching, una especie de horóscopo chino muy complejo, capaz, al parecer, de proporcionar oráculos altamente fiables. Siendo por naturaleza incapaz de ignorar este tipo de fruslerías, he consultado la versión online. A la más tonta de las preguntas: “¿Triunfaré?“, el oráculo chino destrozó todas mis certezas con una respuesta tanto perentoria, cuanto ambigua: “¡Tienes que ir hacia el suroeste!“. La revelación me ha dejado horadado por un enorme signo de interrogación. ¿Qué demonio significa? ¿Quizás tenga que mudarme a Huelva para aprovechar de unas increíbles oportunidades profesionales en el campo del cerdo ibérico? ¿O tal vez era una profecía llegada con un retraso debido a la falta de actualización del software, y el oráculo, simplemente, quería decirme que mi traslado desde el norte de Italia a Barcelona fue decisión correcta y que de un momento a otro comenzarán a llover billetes de 500 euros por mi ventana? Misterio.
De todas formas, el vaticinio me dejó particularmente descolocado, porque me di cuenta de que estaba completamente fuera del camino. De hecho, tal vez por la atmósfera navideña que siempre se me inocula, llevaba meses dedicando la mayor parte de mi atención a los acontecimientos del norte de Europa. Una tierra que siempre me ha fascinado y que considero ideal bajo muchos aspectos.
Suecia, en particular, no es sólo el esplendor de la naturaleza incontaminada, muebles baratos o premios Nobel desertados, también es la patria del mítico Estado social o de la nunca suficientemente admirada Tercera Vía, la socialdemocracia lograda. Y vale que ahora el viento político ha cambiado, que ellos también están en Afganistán (y que a alguien la cosa le sienta particularmente mal), o que últimamente se ha puesto de moda la caza al inmigrante. Aún así, en fin, se trata siempre de una caza al inmigrante realizada dentro de un contexto de civismo ejemplar, respeto medioambiental y libertades individuales tuteladas. O sea, que ninguno es perfecto y tampoco podemos ir demasiado de delicados…
Entre otras cosas, también tocaría refutar ya la leyenda urbana según la cual el país escandinavo sería cabeza de lista en las estadísticas de los suicidios. En realidad, Suecia, minuciosa como es ella, simplemente ha sido una de las naciones pioneras en la introducción de estadísticas detalladas sobre la cuestión (cuando en otros países el tema seguía siendo un tabú). De hecho, la tasa de suicidios por cada cien mil habitantes en la Europa occidental es: Lituania: 38.6, Francia 17.6, Suiza 17.5, Austria 15.6, Suecia 13.2, Alemania 13.0, Portugal 11.0, España 7,9, Italia 7.1. Se trata de un fenómeno en aumento sobre todo en la Europa del este, donde se producen un promedio de 45 casos por cada cien mil habitantes, frente a los 4.8 de las naciones del Mediterráneo. También es cierto que en países como China, Irlanda, Nueva Zelanda y Australia, el suicidio es la causa principal de muerte entre los adolescentes menores de 15 años. Y luego no me digan que es porque en Australia hace frío o da poco el sol…
Desde luego que el clima y la comida escandinava no representan ningún atractivo. Sin embargo (tal vez…), estaría dispuesto a superarlo a cambio de la oportunidad de estudiar, comprar casa, curarme y moverme con facilidad y con la protección no opresiva de un Estado, que se hace, verdaderamente, comunidad. Hay culturas en el mundo, las más diferentes, que tienen como denominador común el respeto hacia los valores de la convivencia civil. Lugares en donde, a lo mejor no se organizarán fiestas locas o ‘botellones’ oceánicos, pero difícilmente intentarán timarte en el rellano de casa… Países en los que cada acción individual es funcional al bienestar de la comunidad. En Japón, por ejemplo, si te tiras bajo un tren para suicidarte, tus herederos deberán pagar por los daños…
De todas formas, lo del suicidio sigue siendo un tema muy complejo y por supuesto no lo solucionaremos aquí. Solo quiero decir que, más allá de la esfera estrictamente personal, creo que las razones para un elección tan dolorosa pueden encontrar respaldo tanto en las dinámicas de sociedades atrasadas e injustas, cuanto, paradójicamente, en las de las comunidades más avanzadas y civiles. La falta de costumbre a la lucha diaria por la supervivencia, el no tener que preocuparse por las necesidades básicas, de hecho, podría causar debilidad, una especie de ausencia de anticuerpos contra la depresión, que, al igual que la ansiedad, es una enfermedad de la prosperidad.
Es cierto que la paz y la tranquilidad de los paisajes majestuosos de la tundra sueca, durante los largos inviernos boreales, hacen que reflexionar sobre el significado de la existencia se vuelva casi obligatorio, y desde luego no es raro que demorando mucho sobre estos temas se llegue a descubrimientos desagradables. En estas latitudes han nacido genios absolutos que han sido capaces de enfrentarse de manera sublime a la madre de todas las preguntas, llegando a comprender como, a menudo, para encontrarle un sentido a la vida, se requiere el cumplimiento de una acción, incluso banal, pero que, como la vida misma, tenga un principio y un final. Como un partido de ajedrez.
A latitudes más meridionales, en cambio, otros genios distintos han decidido que ya habían tenido bastante. Que el hombre tal vez no esté hecho para vivir cien años. Y cuando llegas a entenderlo, ya no importan el clima, la comida o lo que prometen los oráculos. Es suficiente una ventana para rodar un último, espectacular final.
tino...animate, no lo hagas, decidir como morir, a menos que no sea necesario, es aburrido... nunca se sabe lo que puedes encontrar después de cada paso, siempre hay que seguir caminando! mira! en maximo un mes y medio seré padre, yo!!??!! vaya paso...hehe.
ResponderEliminardale fa a mod e stam bein!
feliz navidad
moka