
Mala tempora currunt para la Santísima Romana Iglesia. Al acercarse las profecías milenaristas que, por un lado (los Mayas), nos indican el 2012 como fecha para el fin del mundo, y, por el otro (Nostradamus), Joseph Ratzinger como penúltimo papa de la historia, pues hay que quitarse de encima la altivez típica de nosotros intelectuales ateos iluminados y tomar banda en el agón esotérico-espiritual de nuestra época.
Dentro de las infinitas opciones del concurso 'A que vamos a creer hoy', estuve examinando en particular la posibilidad de hacerme fiel al culto del famoso volcán islandés Kekomodemonjiozsellama, pero, finalmente, me he enterado que no me representa más que un romance de verano, igual de lo que me pasó con la Gripe A. De modo que he decidido apostar para organizaciones más estructuradas, principalmente porqué me gusta que mi equipo tenga alguna posibilidad de ganar el partido. Eso de que lo importante es participar, nunca me ha convencido. Así que he eliminado a los católicos, no tanto por el tema de los curas que, entre un Actus Contritionis y un Pateravegloria, de paso meten mano a los niños que andan por ahí, o por eso del Papa que bendice a los lefebvrianos, a pesar de que estos no se acuerden del pequeño detalle del holocausto. Tampoco me incomoda su batalla en contra del uso del preservativo en África. Total, de algo se tiene que morir para acceder al paraíso, que luego pase por sida o por hambre poco importa. Digamos que más bien me he dejado llevar por la actractiva propuesta de los ortodoxos. De hecho, me ha parecido genial esto de que para ellos no exista el purgatorio. O blanco o negro. También no consideran la figura del Papa. Cosa que no está nada mal, sobre todo pensando en los sombreros más raros que le gusta ponerse al actual pontífice alemán. Pero, sobre todo, tengo que reconozer que en mi decisión a favor del 'Cisma de Oriente' ha pesado mi pasión para el queso griego y una incontenible fascinación hacía todo lo que viene de las grandes estepas rusas.
Así que, como para mis nuevos compañeros ortodoxos no existe distinción entre los vivos y los muertos (los muertos simplemente son vivos que viven en paraíso o en el infierno), en el día de nacimiento de un nuevo diario digital como el Europeo, hablaré de un periódico en papel que está demostrando como la prensa escrita no haya (no del todo, aún no) muerto.
Se trata de Il Fatto Quotidiano, un diario italiano nacido hace menos que un año como libre asociación de periodistas, sin editores o dueños, que ha renunciado a las ayudas públicas al sector editorial, para poder representar una voz única de independencia en el oligárquico panorama transalpino. Il Fatto ya vende casi 130.000 copias (efectivas, no de las que se regalan en los aviones...) por día. En un país donde el periódico de más éxito (y 150 años de vida) llega a vender poco más que 500.000. Además algunas de sus firmas se han convertido en ídolos populares dignos de los Beatles.
En una nación donde la fragmentación y la tutela de los intereses particulares a expensas del útil común, son la regla del día a día en todos los campos, il Fatto se propone representar una larga parte de la población que vive en un estado de exiliados en sus propia patria. Personas decepcionadas, resignadas o enfadadas y con una necesidad vital de verdad o, por lo menos, de credibilidad. Gente que, curiosamente, ha formado e va formando su propia conciencia civil en internet, percibido como el único lugar de libertad en la información italiana. Pues, este ejercito de bloggers e internautas ha atacado a los quioscos para comprar un periódico en papel, demostrando como aún siga intacto el valor representativo y de identidad del medio físico.
Hace unas semanas, a la espera de las maletas en el aeropuerto del Prat, tope con un chico que había cogido mi mismo vuelo. Debía tener unos cuarenta años, levaba un rebuscado look post-atómico, típico de Milán. Se me acercó y empezó a hablarme con una complicidad y unas ganas de socializar que no es muy típica de esos perfiles (y menos de mi...). Me comentó vida, muerte e milagros de su entorno, hasta me habló de los problemas de su madre con el administrador de la finca. Y finalmente se me reveló: "Perdona que te de el coñazo, pero he visto que lees Il Fatto, así que sé que eres uno de los nuestros". Efectivamente desde el bolsillo de mi abrigo se asomaba la primera copia del Fatto que hubiese comprado en mi vida, pero ya era uno de los suyos.
Puesto que pantalones de látex y crestas de pelo púrpura milanés no me convienen, quiero desear al Europo que logre crear ese sentido de comunidad que aún (y cada vez menos) el diario de papel es capaz de construir.
Al margen, promito que para el futuro, trataré de no hablar (exclusivamente) de mi desgraciado país. Digamos que nos hemos presentado.
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